En estos días me toca sentir, experimentar, observar como viven los que un día deciden cruzar la frontera hacia la desesperación. Yo desde este lado, me siento dichoso y amado por Dios de ver como la fe en su providencia divina me impide cruzar la frontera.
Una vez que traspasa esa frontera, todo se transforma... Los problemas se agrandan por mil...
Algunos al no soportar su sufrimiento (agrandado) deciden suicidarse... Peor lo tienen los que acumulan rencor.
Otros deciden volverse locos, se crean un mundo virtual y se olvidan de su realidad... Peor los tienen los que acumulan rabia.
Otros... Otros deciden huir o esconderse, para ello eligen las adicciones (Juego, sexo, droga, alcohol...)
Otros, deciden crearse una cueva oscura para vivir en ella, una cueva llena de melancolía y depresiones.
Otros deciden castigar a su cuerpo con las enfermedades (tensión alta, problemas del corazón, trastornos de sueño...).
Con lo fácil que es no cruzar la frontera... aunque de este lado exista cierto dolor por la situación vivida, si cruzas será peor. Un corazón abierto a la vida, con mucha fe en Dios... Dejando que su inmenso amor nos llene de vida cada día
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